La desaparición física de Steve Jobs, confundador de Apple, fue sin dudas una de las que más acaparó la atención de los medios y de la opinión pública mundial. Fiel a su estilo, el llamado “genio de la manzanita” no dejó la escena hasta el último momento y, aunque nunca dio demasiadas precisiones sobre la enfermedad que padecía desde hacía cinco años, dejó ver los estragos que ésta estaba causando en su cuerpo. Su muerte fue la ocasión para un repaso de su vida, sus creaciones y obsesiones, su peculiar estilo de trabajo, su aporte a las innovaciones tecnológicas que han cambiado la cotidianeidad de millones de personas a lo largo y ancho del mundo, pero también para recordar su novelesca biografía, las críticas de sus detractores, las dudas sobre la autoría real de sus inventos y otras polémicas que lo rodearon.
Su partida no fue la única que enlutó al mundo de la tecnología. También dejaron este mundo, Paul Baran, un precursor de Internet, y Dennis Ritchie, creador del lenguaje de programación C. Este último, murió menos de una semana después que Jobs y la noticia de su partida quedó opaca por la estela mediática del creador de Apple.
En el terreno político fueron varias las muertes que impactaron y que dejarán su impronta en la historia.
La caída y posterior ejecución por sus captores del líder libio Muammar Khadafi, luego de semanas de rebelión, guerra civil y bombardeos de la OTAN, fue sin duda uno de los acontecimientos del año. En tiempo récord, el autócrata norafricano pasó, de protagonizar una espectacular reconciliación y acercamiento a Occidente -los líderes europeos más notorios desplegaban la alfombra roja para recibirlo- a ver a su país contagiado por la llama de la Primavera Árabe y perder rápidamente el favor de las grandes potencias que vieron llegada la hora de un recambio en Libia y decidieron contribuir al mismo. A qué se parecerá el país sin Khadafi luego de 40 años bajo su control es todavía una incógnita, pero los países centrales ya trabajan en asegurarse la continuidad del suministro de petróleo libio.
A principios de mayo, Washington anunció que la persecución de Osama Bin Laden, líder de la red terrorista Al Qaeda y sindicado como autor intelectual del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono en septiembre de 2001, había llegado a su fin con un operativo en Islamabad, Pakistán, contra la casa donde se ocultaban el dirigente saudita con su familia. Bin Laden cayó así bajo las balas de un comando norteamericano en una operación seguida en vivo y en directo por el presidente estadounidense desde la Casa Blanca. A diferencia del de Khadafi meses después, su cuerpo no fue exhibido. La administración Obama anunció que había dado a los restos del jefe terrorista el tratamiento que estipula el rito islámico antes de arrojarlo al mar.
La caída de alias Alfonso Cano (Guillermo León Sáenz Vargas) a comienzos de noviembre fue un hito en la lucha del gobierno colombiano contra las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) ya que por primera vez el ejército de ese país logró la baja del jefe máximo de la narcoguerrilla. El sucesor de Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo -líder histórico de la organización- fue muerto en un operativo que coronó varias semanas de persecución y acorralamiento del grupo que lo escoltaba.
El año se cierra con otra muerte de consecuencias políticas: la de Kim Jong-Il, cabeza del régimen comunista y dictatorial de Corea del Norte, país pobre pero supuestamente dotado del arma nuclear. Será sucedido por su hijo, Kim Jong-Un, para asegurar la línea dinástica. Poco se sabe sobre él ya que el secretismo fue uno de los principales rasgos de un régimen que mantiene a su pueblo en el mayor aislamiento posible. Esa incertidumbre es un elemento de inestabilidad geopolítica en la región.
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