Hipólito
Mejía en su comparecencia ante el almuerzo anual de aniversario de la
Asociación de Industrias de la República Dominicana leyó un discurso de
unos veinte minutos de duración.
Un discurso como este, escrito para ser leído, supone tanta importancia que en su elaboración participan expertos en marketing político y campañas electorales, lo cuales se ocupan de tener un producto final sin tachas, sin arrugas.
Pero,
a pesar de todo el esmero que se ponga para que la pieza oratoria sea
efectiva, hay un factor humano difícil de controlar: el orador.
No
importan todos los expertos que hayan participado en la preparación de
dicha pieza, a la hora de presentarla todo el esfuerzo hecho, técnico y
profesional, puede venirse abajo si quien pronuncia el discurso no es capaz de expresarlo con un nivel y un estilo que esten acordes con lo escrito.
En el caso del discurso al que nos referimos hubo un alud, una pila dirían algunos ahora, de mensajes no verbales que ponían en evidencia que quien estaba leyendo la pieza estaba mintiendo.
Se
trata del lenguaje gestual, un conjunto de gestos y ademanes que de
manera automática y sin que quien está hablando pueda evitarlo, dicen
cosas diferentes a las que salen de la boca.
El lenguaje gestual difícilmente miente, pues sale del inconciente, del corazón, como un movimiento reflejo incontenible.
Veamos
que dicen los expertos sobre los gestos específicos que suele hacer una
persona que miente y que luego veremos en el video que presentamos al
final, en el que podrá apreciar cómo Hipólito Mejía los pone de
manifiesto.
La página de Internet “Dr. César Lozano, conferencias y seminarios de calidad” pora empezar, a este respeto plantea:
“Un
mentiroso ocupará más tiempo haciendo gestos con sus manos, por
ejemplo, el rascarse la nariz o jugar con algún objeto, por ejemplo, una
pluma”
El video muestra a Hipólito
jugando, a falta de una pluma, con el borde del papel que contiene su
discurso, lo dobla, lo endereza, vuelve y lo dobla, se le enreda entre
los dedos, esconde la mano detrás del papel doblado, etc., son
movimientos repetitivos, compulsivos, inconcientes que ocupan gran parte
de la actividad no verbal del aspirante a presidente del país, por el
PRD.
Sigue planteando la página otras conductas no gestuales que emite el que está hablando mentiras:
“Otra
prueba contundente para descubrir a cualquier mentiroso es observar si
sus palabras son incongruentes con sus movimientos y gestos. Por
ejemplo, si el sospechoso vuelve la cabeza hacia el interlocutor pero su
cuerpo apunta hacia el lado contrario o a la salida”.
En
este sentido las acciones que Hipólito hace con las manos no son los
típicos movimientos que un hablante o un orador hacen para darle énfasis
a sus palabras, son gestos que no guardan relación con lo que está
diciendo en ese momento. Además, nunca, o casi nunca mira al público,
siempre mantiene la vista baja, el rostro oculto, refugiado en su
papel, y amasándolo.
Pero no nos vamos a quedar con la caracterización de una sola autoridad en la materia, consultaremos otra, por ejemplo en la página “Orientación Sicológica Integral” se afirma sobre nuestro tema lo siguiente:
“- Hay un aumento significativo del movimiento de las manos hacia la cara,
cuando nos sentimos dudosos, inseguros, exageramos o mentimos. La
gesticulación del hombre resulta más fácil de detectar pues es más
exagerada que la de la mujer y ellos la usan en mayor grado.
Entre estos gestos tenemos el frotarse los ojos y la nariz, tirarse de las orejas y rascarse el cuello.
Bill
Clinton, por ejemplo, se tocó la nariz y la cara veintiséis veces
delante del Gran Jurado mientras respondía a preguntas relacionadas con
Mónica Lewinsky”
Mejía cumple con esta descripción a la perfección, usted verá en el video como recurre a tocarse los lentes una y otra vez.
Por otro lado, en el sitio Web “Sicología y autoayuda” sobre los gestos que delatan a una persona que miente se señala lo siguiente:
“El
mentiroso se sentirá incómodo al encarar a la persona que lo cuestiona
y, por ese motivo, no te mirará a los ojos o mirará hacia otro lado”
Como
dijimos antes, Mejía casi nunca mira a su público, hasta tal punto que
no parece darse cuenta de la existencia de la persona que se aproxima a
él para pasarle un vaso con agua y que tiene que retirarse, cabizbajo, sin que este le haya dado una sola mirada, !nunca!.
Un
momento espectacular en este sentido es cuando éste termina su discurso
y vuelve a la mesa de honor, donde los integrantes de la misma, en un
gesto de respeto y cortesía lo esperan de pie, Hipólito va de prisa,
casi los elude, los saluda, en vez del clásico apretón de mano, con el
forder del discurso, con un toquecito rápido.
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